La crítica española alaba “Il Pirata” y reclama más ayudas para la Temporada

La crítica musical española alaba “El Pirata” coruñés y demanda más ayudas

 

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Il Pirata en Coruña

Un “Pirata” para 250 años de ópera en Coruña

Escrito por Gonzalo Alonso, crítico de Beckmesser.com y “La Razón” el 10 de septiembre de 2018

“Il Pirata” de Bellini. Juan Jesús Rodríguez, Saioa Hernánez, Yosep Kang, Pablo Carballido, Joroboám Tejera, Carmen Subrido. Orquesta Sinfónica de Galicia y Coro Gaos. Xosé M.Rabón, dirección escénica. Antonello Allemandi, dirección musical. Palacio de la Ópera de A Coruña. 15 de septiembre de 2018.

 

La Asociación de Amigos de la Ópera de A Coruña ha querido celebrar los 250 años de ópera en Coruña con la resurrección de “Il Pirata” de Bellini, apuntándose al redescubrimiento que estos meses se produce en teatros como la Scala, donde se saldó con un fracaso estrepitoso. Por cierto, el Teatro Real también tiene previsto programarla próximamente. Pero la obra no es nueva para Coruña, pues ya se escuchó en 1839, apenas doce años después de su estreno en la Scala. Se trata de la tercera ópera de Bellini y la primera importante, escrita tan sólo a los 26 años. Obra con música de magnífica inspiración y una orquestación relevante, que logró unir las florituras vocales rossinianas y las melodías más elegiacas imponiéndose como el compositor más belcantista y llegando a admirar al mismo Wagner. La partitura cayó en el olvido, a pesar de su éxito inicial, para ser recuperada en 1935 por Pacetti, Gigli y Serafin. En 1951 y en 1958 se ofreció en Sicilia con Kelston, Picchi y Taddei, pero la histórica exhumación acaeció en la Scala con Callas, Corelli y Bastianini en aquel mismo año. Montserrat Caballé ha sido después la Imogene más destacada y, probablemente, la mejor en la historia. Las tesituaras de soprano y tenor son inclementísimas. Basten dos apuntes que lo reflejan. Caballé declaró que era la ópera más difícil que interpretó, más incluso que “Norma”. No existe grabación alguna de la célebre representación en la Scala en la que Callas se enfrentó a su intendente, Antonio Ghiringhelli, señalándolo como el ocupante de “il palco funesto” en su aria final. Si se encontrase algunas copia valdría una fortuna. No las hay porque, según se contó en círculos íntimos, la esposa de Franco Corelli, muy insatisfecha de la actuación de su marido, corrió a retirar todo el material que pudiese tener el teatro. Por eso ofrecerla hoy día supone un enorme reto y Coruña ha conseguido hacer justicia a la gran música belliniana.

Antonello Allemandi supo llevar los tempos con energía y vivacidad sin perjudicar la melodía, muy en la línea de Capuana en las representaciones del Maggio Musical Fiorentino con Caballé de 1967 y tener a la Sinfónica de Galicia en el foso es un lujo. El Coro Gaos cumplió en la muy extensa parte que posee en la obra. La escritura de Bellini para el tenor Rubini está plagada de sobreagudos por encima del “do” que no suelen ser cantados porque estas notas tampoco resultan especialmente bellas y Josep Kang, valiente especialista en papeles de este tipo como “Hugonotes o “Guillermo Tell”, se atrevió con ellos. Posee una voz atractiva y su fraseo resulta completamente inteligible. Juan Jesús Rodríguez es siempre una garantía en cualquier papel de su cuerda por su timbre de auténtico barítono y el amplio caudal de una voz que cada día está mejor administrada. Era muy esperada Saioa Hernández como Imogene tras ser conocido que inaugurará esta temporada de la Scala con Chailly, algo que sólo Caballé, Berganza, Domingo o Carreras lograron en los últimos 60 años. Voz con poder tanto en volumen como expresión, casi de dramática de agilidad, con tintes que en ocasiones recuerdan a Montserrat. Como ella, sufrió algo en las agilidades finales del dúo con Adele “Lo sognai ferito, esangue”, con algún agudo no totalmente controlado y logró su mejor momento en la magnífica escena final, recitativo incluido. Al mejor nivel. Lleva una carrera a la antigua usanza, avanzando en teatro italianos de segunda hasta llegar al máximo templo operístico. Si triunfa con el también difícil papel de Odabella en esa “Attila” scagliera tendremos otra estrella en el firmamento lírico porque no hay voces con su entidad y, algo también importante, con un timbre personal reconocible. ¡Suerte!

La puesta en escena no entró en originalidades y aprovechó elementos de los almacenes para acompañar dignamente a la música. Es admirable el esfuerzo que realiza la asociación coruñesa para un solo día y merece todos los apoyos. No es de recibo que el ayuntamiento no aporte más fondos con la excusa de que “para qué más si con lo que hay se hacen muy bien las cosas”. Es cierto, se hacen bien las cosas y el público responde encantado llenando las 1800 localidades, pero reflexionando sobre este “Pirata” y el “Fuentevejuna” en Oviedo, tan sólo un día después, uno se pregunta si tanto esfuerzo no debería tener mayor proyección a través del INAEM. Gonzalo Alonso.

 

Por Andrés Moreno Mengíbar, crítico de “Diario de Sevilla”. Publicado el 10 de septiembre de 2018

Tuve la suerte de poderme acercar por La Coruña, donde coincidí felizmente con el vaquero Mitchum, para comprobar si era verdad lo que había leído sobre Il Pirata de los Amigos de la Ópera. Y tengo que empezar alabando la valentía y el buen hacer de la asociación y de su director artístico, César Wonenburger, para conseguir cerrar una producción de altísimo nivel artístico que deja atrás a la reciente de la Scala con el mismo título.

Para empezar, la Imogene de Saioa Hernández. Me encandila la voz de esta cantante a la que oía en vivo por primera vez, y lo hace porque es una voz inusual en nuestro panorama: voz grande, ancha, con apabullante proyección, centro carnoso y graves bien apoyados; subida al agudo bien dosificada y bien ensamblada a partir de la zona de paso. Los agudos tienen buen metal, si bien en las notas más altas suenan con un punto ácido, pero es una cuestión menor que se puede pulir perfectamente. Como igualmente debe hacer con las coloraturas, que salen algo rígidas en los pasajes más rápidos. Con todo, su interpretación del personaje, de menos a más, fue sensacional, con momentos gloriosos como el duo del segundo acto con Gualtiero, su enfrentamiento con Ernesto y, ante todo, su maravillosa escena final. Llegó quizá justita de fuerzas o, posiblemente, abrumada por la emotividad del momento, pero su fraseo cuidado al detalle conmovió a toda la sala. A poco que se lo prepare a conciencia, su debut en noviembre en la Scala con Atila puede ser de traca.

Atreverse con el papel de Gualtiero tiene ya su mérito, pues no creo que haya una partitura de tenor más jo…robada en todo el repertorio del XIX. Y no ya por los muchos sobreagudos que coronan su parte, sino porque tiene que combinar un canto di forza con una técnica de puro bel canto que aún presenta muchos pasajes de coloratura y que, por si fuera poco, le obligan a atacar continuamente las frases sobre la zona de paso, a menudo en piano para luego articular. Josef Kang empezó con clara inseguridad, aunque no era para menos si nada más salir a escena tienes que enfrentarte a “Nel furor delle tempeste”. La voz es interesante, nada ligera, con cuerpo y potencia en el centro y sabe subir con gracia, aunque disminuyendo el volumen. Se le movió la nota final de la cabaletta y casi emergió un gallo. Pero luego fue entrando en calor y firmó una segundo acto muy reseñable, regalando con prodigalidad Dos, Res naturales y hasta (creo) un Mi bemol.

El papel de Ernesto le va acomo anillo al dedo a Juan Jesús Rodríguez. Es un personaje monolítico, siempre cabreado y siempre profieriendo amenazas e improperios. No tiene que matizar ni apianar casi nunca, con lo que el barítono onubense puede explayarse con su cañón vocal, su metal refulgente, su brillo tímbrico y su fraseo enérgico. Fue abrir la boca la primera vez y llenar toda la sala de manera asombrosa. Bien los demás cantantes, salvo una Carmen Subrido penosa, apenas audible y desafinada en muchos pasajes. Sólo pasable el Coro Gaos, mejor las señoras que unos tenores sin empaste. Antonello Allemandi colaboró esencialmente para que la noche fuera una fiesta belcantista. No se dejó llevar por la languidez ni la blandura; al contrario, impuso tiempos vivos y ritmos marcados, como en el espléndido sexteto con coro que fue una lección de respiración del foso con los cantantes, de fluidez en el fraseo y de complementariedad con las voces. Respiró con ellas y consiguió que la música de Bellini brillase con enorme intensidad, con una Sinfónica de Galicia de altísimo nivel. La producción escénica firmada por el gallego Xosé Manuel Rabón, simple y sin pretensiones, funcionó porque no estorbaba ni distraía de lo más importante: la música y el canto de esta bellísima ópera.

Saioa Hernández y Juan Jesús Rodriguez protagonizan “Il Pirata” en A Coruña

Escrito por Gonzalo Lahoz, crítico de “Platea Mangazine” el 10 Septiembre de 2018

2pequeña Bellini desde Verdi

 

A Coruña. 08/09/18. Palacio de la Ópera. Amigos de la ópera de A Coruña. Bellini: Il Pirata. Saioa Hernández (Imogene). Yosep Kang (Gualtiero). Juan Jesús Rodríguez (Ernesto). Pablo Carballido (Itulbo). Jeroboám Tejera (Goffredo). Carmen Subrido (Adele). Xosé M. Rabón, dirección de escena y escenografía. Coro GAOS. Orquesta Sinfónica de Galicia. Antonello Allemandi, dirección.

Il Pirata de Bellini viene siendo un poco el huevo como unidad de medida universal. Para el romanticismo italiano en la ópera, quiero decir y más concretamente para el binomio Bellini-Donizetti. Una partitura veramente drammatica, violenta, colmada de espressione, en la que se desarrolla el punto de inflexión de un hecho trascendental: la soprano como protagonista absoluta, como eclipse de todo. Una figura irrenunciable en hitos tanto donizettianos como mismamente bellinianos, que presuponen la figura de una gran dama sobre la que todo tiene lugar, dramática y musicalmente hablando. Imogene, que ve la luz en 1827, es la primera de ellas. Nace inmediatamente antes que la trilogía (o tetralogía) Tudor de Donizetti, antes que Lucia di Lammermoor y por supuesto antes que Norma, Elvira en I Puritani, o Amina, la Sonnambula. Además, muchas de ellas comparten al libretista Felice Romani como valedor de sus éxitos. De hecho, Romani puso texto en 1822 a una hoy día desconocidísima ópera de Donizetti: Chiara e Serafina (dos mujeres a falta de una), que lleva por subtítulo “ossia Il Pirata”, con escenario en la isla de Menorca.

Pirata, decía, supone pues el inicio de un momento histórico en la ópera y lo es gracias a que recoge todo lo que el joven Bellini ha alcanzado con apenas dos óperas anteriores, de las cuales podríamos decir que bebe. Así, esta nueva obra tiene de su Bianca e Fernando, pero al mismo tiempo reconocemos en ella otras músicas posteriores (hagamos el camino a la inversa) como son su Norma o sus Puritani. También en Donizetti: innegable es su influencia en Lucia di Lammermoor o Roberto Devereux, llegando hasta el Verdi primerizo con I Masnadieri o Ernani, al de su etapa media con Il Trovatore, y también al más maduro, pues la relación con Otello en su arranque es clara (cosas del drama, evidentemente). Y luego Wagner, el de sus inicios, que siempre idealizó su figura.

Más allá de la representación de la soprano como estrella absoluta, si podemos considerar este título como obra mayor es, por supuesto, gracias a la construcción de la melodía belliniana. Estuvo aquí a cargo de la Sinfónica de Galicia, demostrando una vez más que se encuentra en uno de sus mejores momentos. Con Antonello Allemandi al frente, desde el foso dibujaron un Pirata intachable, cargado de texturas, finura y cuidado en los planos, además de un pulso continuado, vital para esta obra. Quizá en algún momento podrían haberse forzado más los acentos, pero en definitiva asistimos a una lectura sólida y coherente que muestra toda la luz de una historia de violencia como es esta, al fin y al cabo. Regalaron momentos sensacionales, como pueden ser el tempo di mezzo en la página de salida de Imogene, la introducción al final de la obra, o la misma obertura, donde desde el primer segundo se nos sumerge attacco improvviso al fuoco de un Allegro de fuerza marina, sin medias tintas, en la que Allemandi y la Sinfónica estuvieron sensacionales.

La figura de Imogene, protagonista absoluta pues, estuvo aquí cuidada por la soprano Saioa Hernández, quien ya cosechó un enorme éxito en el Ballo in Maschera que los Amigos de la ópera montaron el año pasado, y quien será la primera soprano española en abrir la temporada de La Scala de Milán, con la Odabella de Attila, bajo la batuta de Riccardo Chailly. Vaya por delante, insisto, que Imogene es uno de los roles más complicados de todo el bel canto, sino el que más y no es que lo diga yo, es que lo dice ella: Montserrat Caballé, la última prima donna assoluta, que hizo del papel uno de sus grandes caballos de batalla. Fue precisamente Caballé quien estuvo detrás del debut de Hernández como Norma, después de que su hermano Carlos le escuchase cantar Il Pirata. Aunque la voz de la madrileña sea “esencialmente verdiana”, como ella misma reconoce, no deja de haber algo de Caballé en ella… y eso es mucho. De hecho, hay un momento (cuando su marido Ernesto entra en escena), en el que quien escribe pudo ver su misma mirada… y la carne se le puso a servidor de gallina. Tal vez sea algo muy particular, pero de lo que no hay duda es de esa entrega al personaje, ya digo, desde medios más “verdianos”. No hay tanto espacio para filados o filigranas en las coloraturas, pero hay un canto honesto y homogéneo, que se defiende muy bien en el registro grave al que en ocasiones desciende Imogene, y una construcción completa del personaje que permite disfrutar de una verdadera cantante de ópera.

Yosep Kang se las vió y se las deseó con el también complicadísimo papel de Gualtiero, un rol que estrenara el mismísimo Rubini, el tenor estrella del momento y protagonista en otras páginas bellinianas como Puritani y Sonnambula, amén de unas cuantas donizettianas. Aun con Duprez ya emitiendo agudos plenos, la técnica de Rubini seguía recurriendo al falsetone al subir al sobreagudo. Kang mostró intención y un registro medio atractivo, pero una zona alta que no rindió lo suficiente para lo que demanda la partitura. Por su parte, Juan Jesús Rodríguez derrochó medios para Ernesto, sonando recio y contundente con un perfil también más verdiano, especialidad del barítono, y regalando un villano a la altura de las circunstancias.

Acertado el Coro Gaos y muy acertados los papeles comprimarios, defendidos por Carmen Subrido como Adele, Pablo Carballido como Itulbo y Jeroboám Tejera como Goffredo.

Resultó en cierta medida decepcionante cómo la dirección de escena de Xosé M. Rabón no puso sobre la mesa la cosificación de la mujer por parte de los dos papeles masculinos, en un título como este, ni en realidad nada más allá del texto tal y como se concibió en el siglo XIX. Rabón se puso al servicio puramente de Bellini, algo que tanto demanda hoy día una buena parte de los melómanos. Ante esa concepción, su trabajo resultó, desde luego, acertado. Una noche de ópera a la antigua usanza, que también han de tener su espacio, sobre todo cuando se sube una sola función al escenario. Por lo demás, resulta espectacular en la otra medida, que Rabón haya sacado un trabajo escénico como el que ha realizado con los medios disponibles a su alcance.

Es obvio que los Amigos de la ópera de A Coruña hacen las cosas con gusto, que tienen conocimiento y cuidado para lograr el milagro que logran con el presupuesto que manejan. Celebran ahora los 250 años de su nacimiento… tiempo suficiente incluso para que los políticos, en cuyas manos descansas las subvenciones a la música, se den cuenta de todo ello. Alguien debería invertir de verdad aquí, en A Coruña, en todos. Me decía un buen hombre del público: “A mí no me gusta el fútbol, pero quiero que haya fútbol porque es bueno para todos, aunque yo no vaya nunca. Me gusta la ópera, no soy quien más entiende, pero me gustaría que todos comprendiesen que es necesaria en esta ciudad, para todos”. Efectivamente, con Bellini, Verdi, Wagner o Gaztambide… con la música disfrutamos, crecemos y ganamos todos.

 

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