Arteta, Rey, Cornetti, Rodríguez y Veramendi en la Gala Lírica Benéfica

Una Gala Benéfica con ópera, zarzuela y grandes artistas

Amigos de la Ópera ofrecerá el próximo 24 de enero, como parte de la Temporada Lírica, una gala a beneficio de Kiva Mirando a India, el proyecto educativo que el barítono Juan Jesús Rodríguez impulsa en ese país, y que permite que niños sin recursos reciban la educación que les proporcionará un futuro mejor. En esta gala de ópera y zarzuela, con la participación de la Orquesta Sinfónica de Galicia bajo la batuta de José Miguel Pérez Sierra, intervendrán cinco destacados cantantes internacionales: las sopranos Ainhoa Arteta e Isabel Rey, la mezzo Marianne Cornetti (en su debut en Galicia), el tenor Andrés Veramendi y el propio Juan Jesús Rodríguez. A continuación reproducimos las notas que el catedrático de Canto del Conservatorio de A Coruña, Antón de Santiago, ha escrito para el programa, en el que se han incluido arias, romanzas y dúos de óperas (Il Trovatore, La Traviata, Manon Lescaut, Adriana Lecouvreur, I Pagliacci, Turandot, …) y zarzuelas (La revoltosa,  La tabernera del puerto, …) y algunas sorpresas finales. Las entradas para este magnífico concierto ya están a  la venta.

“Música Benéfica”, Antón de Santiago
La Música es benéfica en sí misma. Platón sostenía que es alimento de la virtud y que conduce a lo hermoso. Por su parte, Friedrich Schiller, autor de obras como ‘Don Carlos’, ‘Los bandidos’ (que dieron lugar a  sendas óperas de Verdi) y el Himno a la Alegría, afirmaba que ‘el cantor debe caminar junto al rey: ambos habitan en las cimas de la humanidad’ y el cáustico dramaturgo y crítico musical Georges Bernard Shaw decía que si los espejos son para verse la cara, ‘el arte es para verse el alma’. Si se emplea para ayudar a quien lo necesita, con mucha más razón.
Es proverbial la aseveración de que quienes son sensibles a la música –a las grandes ideas musicales, me permito añadir por mi cuenta- son buenas personas.
Dispuestos, por lo tanto, a atender a los demás. Máxime si la Música es el medio.
La Gala de Opera y Zarzuela que hoy se nos ofrece cumple los esquemas habituales y nos presenta música instrumental: oberturas, preludios, intermedios,  y música cantada a través de cinco voces necesariamente importantes: 2 sopranos,1 mezzosoprano, 1 tenor y 1 barítono, que, a la vista del programa a interpretar,han de tener la vitola de ‘lírico-spinto’, ambivalencia o riqueza interpretativa que sirve para resolver los fragmentos de carácter lírico y los de carácter dramático.

La primera parte está dedicada a Giuseppe Verdi (1813-1901). Empecemos por el canto.
‘Luisa Miller’ (1949) es la octava ópera de Verdi. Sucede a ‘Macbeth’ y antecede a ‘Rigoletto’ y, por lo tanto, a la trilogía que con ‘Il Trovatore’ y ‘La Traviata’, en los tres primeros años de la década de los cincuenta del ottocento va a consagrar al compositor de Busseto. Si Verdi alcanza sus mejores logros en la plasmación de las partes cantadas, esta aria para tenor es de las más inspiradas, y son muchas, salidas de su pluma: ‘Quando le sere al placido…’, a la que precede un potente recitativo de ira: ‘Forse negar potessi…’ que precisa el cariz ‘spinto’*; se trata de un aria di languore, que ha de abordarse con exquisitez lírica, no exenta de efusión. Luisa, hija de Miller, ama a Rodolfo, que, con nombre falso, también le declara su amor. Otros señores pretenden asimismo a Luisa, por lo que revelan a su padre que el verdadero nombre del prometido de su hija es Rodolfo, hijo del conde Walter. Miller se opone con todas sus fuerzas. Rodolfo recibe una carta que Luisa escribe obligada rompiendo la relación. El joven estalla:  Oh, fede negar potessi agl’occhi miei… Son cifre sue!… Tutto è menzogna, tradimento, inganno!…  Oh, si pudiera no dar fe a mis ojos… ¡Es su letra!… ¡Todo es mentira, traición, engaño!… Y se sume en la melancolía: Quando le sere al placido / chiaror d’un ciel stellato,/ meco figgea nell’ettere/ lo sguardo innamorato / e questa man strigermi / dalla su aman sentía /ah,  mi tradía…  Cuando al atardecer / en la placida claridad de un cielo estrellado/ fijaba conmigo en el cielo / la mirada enamorada / y sentía como su mano / estrecgaba la mía… ¡ah, me traicionaba!…

‘Il Trovatore’ sí ya forma parte de la famosa trilogía; está en el medio y, a partir de un intricado argumento salido del drama ‘El Trovador’ del chiclanero Antonio García Gutiérrez, Verdi construye una pieza de extraordinaria fuerza dramática envuelta en hermosos hallazgos musicales. Está escrita para cuatro voces principales, soprano, mezzosoprano, tenor y barítono que caracterizan los personajes de Leonora, enamorada de Manrico ‘el trovador’; Azucena, gitana presunta madre de Manrico; el propio Manrico y el conde de Luna, que disputa a éste, su verdadero hermano, el amor de Leonora. En medio, el trágico suceso  en el que la gitana, en pretendida venganza de la familia de los Luna, echa a la hoguera a su propio hijo en vez de al niño Manrique de Luna, al que sin embargo cría como si lo fuese.
Tacea la notte placida / e bella in ciel sereno  / la luna il viso argenteo/
mostraba lieto e pieno…  Callaba la noche plácida / y bella en el cielo sereno / la
luna su rostro argentino / mostraba alegre y pleno. / De pronto en la noche / hasta
entonces tan callada / se oyeron dulces y suaves / los acordes de un laúd / y versos
melancólicos / un trovador cantó…’  En tan hermosa aria cuenta la dulce Leonora
a su aya Inés cómo conoció al trovador, del que está enamorada. Todo esto antes de que el conde de Luna, arrebatado de deseo, intente subir a sus habitaciones y de que suene de nuevo la voz del trovador, que frena sus impulsos.
La obstinada Azucena, antes de que los gitanos salgan a buscar el sustento, les cuenta una vez más cómo ocurrió la muerte de su madre en la hoguera llevada a ella por los condes de Luna y cuando queda sola con Manrico, éste le pide que le narre cómo su abuela fue devorada por las llamas.  Condotta ell’era in ceppi el suo destin tremendo!   Sometida a un cepo era conducida a su cruel destino… Así comienza el relato, en el que revela que la madre desde la hoguera le pedía que la vengase. Y tal hizo, raptando al hijo del conde de Luna, pero no era ese el niño verdadero sujeto de la venganza.
Arrestado Manrico por el conde de Luna al tratar de salvar a su madre, Leonora busca su liberación en vano y se ve obligada a un trato ominoso con el conde, consistente en ofrecerse a él a cambio de la vida de su amado: Udiste… Qual voce?… Sin embargo, lejos de entregarse al aborrecido enemigo de Manrico, se inmola por éste ingiriendo un veneno.
El desenlace: la llegada de Leonora a las mazmorras para abrirle las puertas y liberar a Manrico, en tanto Azucena dormita sobre un camastro.
Che, non m’inganna qual fioco lume!… ¡No me engaña esa débil luz, es Leonora! Manrico la recibe con los brazos abiertos. Ella le dice que no lo puede seguir y el trovador sospecha que se ha entregado a su rival. Mas el efecto del veneno hace su efecto y Leonora muere en los brazos de Manrico. Llega el conde de Luna y al descubrir el engaño ordena la muerte inmediata de su rival. Azucena intenta detenerlo para confesarle que es su hermano. Manrico ha muerto y la gitana, exaltada, declara que ha cumplido la venganza que su madre le había pedido.

Concluye la primera parte con la escena clave de ‘La Traviata’, el momento en que Germont, padre de Alfredo, acude a la casa donde éste vive felizmente con Violeta, para exigir a la que considera una cortesana y amante indigna de su hijo que lo abandone: Madamigella Valery… D’Alfredo il padre in me vedete… Esto lo cambia todo hasta desembocar en el dramático final. Otra maravilla salida de la siempre inspirada pluma de Giuseppe Verdi.
La segunda parte nos propone un Prólogo, el de I Pagliacci (Los payasos), de Ruggero Leoncavallo. Una verdadera didascalia cantada, un monólogo de gran factura en el que se describe la esencia del género al que pertenece esta ópera: el Verismo. El Prólogo, con la cortina cerrada, se aparece y pide permiso: Si puo?…Io sono il Prologo…  El autor introduce las máscaras de la antigua usanza, perono para decirnos ‘las lágrimas que derramamos son falsas’, sino para mostrarnos un trozo natural de la vida, porque su máxima es que el artista es un hombre y se inspira en la realidad. Y, en consecuencia, …vedrete amar si come s’amano gli esseri humani, vedrete del’odio i triste frutti, del dolor gli spasimi, urli di rabbia udrete e risa ciniche!…  Vereis amar, tal como se aman los seres humanos, del odio los tristes frutos, del dolor los espamos, gritos de rabia y risas cínicas!… En definitiva I Pagliacci es metateatro o el teatro dentro del teatro: Un pequeño circo integrado por payasos recorre las aldeas de Italia. La pantomima que les da el éxito es la del rapto de Colombina por Arlequín. Mas Canio, el payaso principal, dueño del circo y el marido de Nedda, descubre que paralelamente pasa algo similar en la vida real que le concierne a él mismo: Nedda tiene una relación con Silvio, un aldeano que sigue a la compañía. La muerte resuelve y… la commedia è finita…

Francesco Cilea (1866-1950), formó parte del movimiento verista y apenas tuvo éxitos, salvo óperas como La arlesiana y Adriana Lecouvreur, en virtud de fragmentos verdaderamente inspirados: el famoso ‘Lamento de Federico’, de la primera, o ‘Io son l’umile ancella’ y ‘La dolcissima efigie’ de la segunda. Tiene también su efecto el monólogo de la Princesa con que se abre el segundo acto:
Acerba voluttà, dolce tortura / lentísima agonia,  rapida offesa / vampa, gelo, tremor, smania, paura. Ad amoroso sen torna l’attesa… Acerba voluntad, dulce tortura, lentísima agonía, rápida ofensa, llama, hielo, temblor, locura, miedo. Esto es la espera para el enamorado.
Continuamos con efluvios de ‘verismo’. Con su cultivador más celebrado, Giacomo Puccini, aunque él huyese de etiquetas. Era, sin duda, un compositor inspirado y práctico. Son notorias las disputas con los libretistas en pos de la economía teatral. Y es manifiesto el sentido dramático de sus propuestas musicales como se puede constatar en los fragmentos puccinianos que hoy se escucharán.
En ‘Sola, perduta, abbandonata!…’, cómo expresa la soledad, el pánico, la desesperación de la ambiciosa Manon, abocada a la muerte en compañía de su inefable enamorado, el caballero De Grieux, huyendo ambos del gobernador de Nueva Orleáns –con personajes como Manon se repoblaba aquel territorio del continente americano-, y perdidos en el desierto hasta la extenuación.
Por su parte, en Turandot, Puccini apela a la imaginación y a recursos musicológicos, para servir un cuento oriental, chino para más señas, con estilemas de la música china, como la escala pentatónica en función de decorado sonoro y caracterizar con sabiduría dramática personajes como la despótica princesa Turandot, el valiente príncipe Calaf  y la delicada y tierna sierva Liù, cada uno con su música y el carácter vocal adecuados: soprano dramática áquella,  tenor lírico-spinto él y soprano lírica esta última.
Reviste fuerza dramática el momento en que Liù, antes de clavarse un puñal para que no le arrebaten el nombre de su amado Calaf,  se enfrenta a Turandot en su aria Tu, che di gel sei cinta… Tú, que estás revestida de hielo…también acabarás amándole. Antes, al comenzar el tercero y último acto,  Calaf entona el Nessun dorma… Resueltos los enigmas favorablemente, el príncipe, ahora ‘ignoto’, desafía a Turandot a que adivine su nombre y con ello pueda quedar libre de desposarse con él. La princesa da orden de conseguirlo por cualquier medio, incluida la tortura a la que pretenden someter a Liù. Por eso el conquistador de la princesa de hielo pide Nadie duerma… Tu también princesa miras las estrellas… Mi misterio está encerrado en mí. Mi nombre nadie sabrá y solo lo diré sobre tu boca cuando la luz resplandezca. Al alba venceré. Aria para tenor heroico con anchura y extensión vocal, que ha de repetir varias veces en la zona aguda el ‘la’ natural: bocca lo dirò  en la primera sección y notte tramontate, con un ‘si’ natural bien sostenido en la silaba ce  de  vincerò. Ideal para la voz de Miguel Fleta, elegido por Puccini para el estreno, póstumo, en 1926,  dirigido por Arturo Toscanini, a pesar de la terca oposición de Giacomo Lauri-Volpi.

Bíblica y famosa es la peripecia amorosa del forzudo juez de Israel y de la bella Dalila, que se convierte en espía y lo traiciona cortándole los atributos que le otorgaban la desmesurada fuerza. Camille Saint-Saëns en la ópera Sansón y Dalila, pone, con todo acierto, una irresistible sensualidad en la boca de la seductora Dalila. Tal es el aria Mon coeur s’ouvre a toi voix… Mi corazón se abre a tu voz como se abren las flores a los besos de la aurora…Vierte en mí tu amor. Irresistible. Para voz central y cálida.
Con los intérpretes adecuados, no desmerecen los números de Zarzuela que cierran la gala. Así la ingenua romanza de Leandro No puede ser esa mujer es buena, de La tabernera del puerto, de Sorozábal, un bombón para un buen tenor.
Lo mismo que el La canción española, expresión de amor y desamor, de El niño judío, de Luna, sirve para reflejar la calidad de una soprano. Y un pasodoble tan castizo y simpático como el Hace tiempo que vengo al taller, de La del manojo de rosas, de Sorozábal, que sirve a los protagonistas para coquetear, a pesar de las reticencias de Ascensión,  es un magnífico cierre.
Quedan los números instrumentales, que además de su papel argumental, muestran la sabiduría de los compositores más allá de la expresión canora. Tantos de ellos tienen gran acogida por parte del público como los tres que se nos ofrecen en esta gala.
La obertura de La forza del destino, obra de Verdi de 1862, basada en Don Alvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas, es pieza redonda en su construcción y en la utilización temática. Sentido e inspirado como casi toda la música de la ópera a la que pertenece es el popular Intermezzo de Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni. Y qué se puede decir del Preludio de La Revoltosa, de Ruperto Chapí, sino que es una auténtica obra maestra. Para lucimiento orquestal.


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