El huracán Terfel arrasa La Coruña
Cuándo un perdedor como Ransom Stoddard (James Stewart) termina el relato de su historia en el vagón del tren que le devuelve a su vida, ante la melancólica mirada de Hallie (Vera Miles) – en ese magnífico flashback que es el centro y argumento de esa gran e inimitable obra maestra del arte: “El hombre que mató a Liberty Valence” (John Ford, 1962) – una reflexión queda suspendida en el aire: cuándo la leyenda supera a la realidad, dejemos que prevalezca la leyenda. En este caso la realidad de Bryn Terfel es idéntica a su leyenda, tal y como acreditó en recital que nos brindó en la Temporada Lírica 14/15 de los Amigos de la Ópera de La Coruña.
El galés es un monstruo, un animal escénico, con una fuerza y un magnetismo arrollador, un auténtico comunicador. Disfruta en el escenario y, lo mejor de todo, transmite ese tremendo entusiasmo al público, que queda contagiado con la energía que irradia. Fue un auténtico huracán, una fuerza de la naturaleza, que arrasó La Coruña. Todos los que estábamos en Palacio de la Ópera, orquesta y público (presentaba una grandísima entrada pero, sorprendente e inexplicablemente, no estaba abarrotado), salimos con una sonrisa y con la sensación de haber presenciado y haber sido parte, de una u otra forma, un espectáculo de muchísimos quilates, inigualable hoy en día.
El recital del bajo-barítono, acompañado por la Orquesta Sinfónica de Galicia, estaba estructurado en dos partes. La primera dedicada a demonios y chicos malos, dónde Terfel se transfiguró en cada uno de los personajes. Comenzó con el “Madamina, il catalogo e questo …” (Don Giovanni, Mozart). Sobre le escenario vimos a un magnifico Leporello que, armado con un iPad, iba desgrosando las conquistas de su padrone mientras ilustraba con fotos de sopranos (como anécdota: la bionda era Arteta, la bruna tenía la cara de Caballé, Fleming representaba la bianca …), hacía guiños a la orquesta, al público. Vocalmente ofrecía interjecciones, daba matices, establecía sentido a cada palabra, a cada frase e incluso soberbio en el bocca chuisa final antes del “voi sapete quel che fa” conclusivo. Colosales fueron sus dos demonios. Se recreó en cada expresión del “Son lo spirito che nega …” (Mefistófeles, Boito) matizando y variando cada “no”, ¡menudos silbidos!, y marcando las semicorcheas para darle un carácter más terrible a este demonio. Magnífico fue su “Le veau d´or est tojours debout …” (Faust, Gounod) y disfrutamos con la transmutación de Terfel en un clásico de su repertorio, “Die Moritat von Mackie Messer” (Die Dreigroschenoper, Kurt Weill), dónde fue magníficamente acompañado al piano, al comienzo de la pieza, por Ludmila Orlova. Finalizó su intervención en esta parte con el “Ehi paggio! … L´onore!, Ladri …” dónde acreditó que, en la actualidad no tiene rival como Falstaff. La voz de Bryn Tefel es grande, ancha. ¿Qué más da que a veces suene algún sonido mal cubierto, alguna ruptura métrica, o algún exagerado portamento? El resultado final, es de tal calibre, de tal magnitud y entidad, que da igual que su canto no sea ortodoxo en algunos momentos. Es un grandísimo cantante y un magnífico histrión que da todo lo que tiene (en lo vocal y en la escena) para caracterizarse en cada personaje. Todo lo lleva a su terreno con el matiz que da a cada frase y a cada palabra
En la segunda parte del recital, más recogida en lo escénico y excelente en lo vocal, acreditó su dominio en el repertorio wagneriano. Comenzó con el monógolo melancolico de Hans Sachs, “Was duftet doch der Flieder”, de Los Maestros Cantores de Nüremberg, para continuar con una bellísima interpretación del “O du mein holden Abendstern” de Tannhäuser, y finalizar con “Leb wohl, du kühnes, herrliches Kind! …”, “La Valquiria”, dónde acreditó que es el gran Wotan de la actualidad, dándole dolor, lirismo y sentimiento a los adioses que el gran dios dedica a su hija predilecta. ¡Qué gran frase dibujó en el “… wer meines Speeres spitze fürchtet, durchschereite das Feuer nei”!. Debemos hacer especial mención a lo exigente que fue el recital que nos ofreció el galés. Algo inigualable hoy en día.
Poco que decir de la Orquesta Sinfónica de Galicia. Una vez más, demostró su excelente nivel y que es un valor seguro y constante. Magníficamente empastada y dirigida por Gareth Jones, brilló tanto acompañando al solista como es sus intervenciones en solitario, tanto en la primera parte en las oberturas de Don Giovanni (Mozart) y Nabucco (Verdi), como en la segunda en el preludio del acto III de Lohengrin y en la “Cabalgata de las Valquirias” (Wagner). ¡Magníficos!. No está bien personalizar pero, junto a la ya citada Ludmila Orlova, queremos hacer especial mención a los metales en la popular pieza de La Valquiria, y el buen hacer y buena labor de su concertino Massimo Spadano. Como bis, el galés nos ofreció un clásico de su repertorio, una sencilla y emotiva canción galesa: “My little welsh home”, que interpretó con el acompañamiento al piano del propio maestro Gareth Jones.
En definitiva, el pasado día 24 de abril hemos vivido una noche operística mágica, grandiosa y esperemos que repetible, pues parece ser que disfrutaremos de la presencia de Bryn Terfel dentro de la venidera temporada de ópera en la ciudad herculina. ¡Que así sea!
Daniel Diz