“Cuando se estrenó ‘Attila’, los italianos la vieron desde un punto de vista patriótico”
“La música que suena es preciosa y dramática. Hay momentos de gran belleza y de fugaz energía. El gran reto de esta función es lograr la cohesión de los músicos”
El Palacio de la Ópera vivirá este sábado a las 20.00 horas el estreno en Galicia de la ópera Attila, de Giuseppe Verdi, en formato concierto para la Temporada Lírica. La canadiense Keri-Lynn Wilson vuelve a la ciudad para dirigir a la Orquesta Sinfónica de Galicia, el Coro Gaos y el elenco de voces liderado por el bajo Luiz Ottavio Faria, la soprano Ekaterina Metlova y el barítono Juan Jesús Rodríguez.
-Hace dos años dirigió Nabucco con la Sinfónica. Ahora regresa con otra obra de Verdi.
-Es un compositor que adoro. Es un genio, y lo que hace con la música es mágico. Para mí, es muy interesante, porque la primera obra suya que dirigí fue Otello, de su período tardío. Ahora estoy al principio, por lo que supone descubrir lo que pensaba el joven Verdi. Todavía no había encontrado el gran potencial que alcanzaría.
-¿Hay un lenguaje similar a Nabucco en este Attila?
-Absolutamente. Aunque en Nabucco todo parece ser más natural, mientras que en Attila hay que trabajar mucho para mantener la tensión. Es más compleja.
-Es una obra con fuerte componente político.
-Sí, los hunos tratando de dominar Italia. Cuando se estrenó, todo el público italiano lo vio desde un punto de vista patriótico. Quizás en Italia se perciba más ese sentimiento de orgullo con la obra, pero cualquiera puede entenderlo.
-¿Supone un esfuerzo añadido para los artistas que la ópera no sea representada?
-Tenemos que ser aún más energéticos y vivos para comunicarle al público lo que está pasando. La historia es muy difícil para llevar al escenario, precisa de un director artístico de enorme talento para poder llevarla a cabo. Hacer que tenga sentido y sea cohesionada es realmente complicado. Pero, además, hay mucho componente psicológico. La música que suena es preciosa y dramática. Hay momentos de gran belleza y de fugaz energía. El gran reto de esta función es lograr la cohesión de los músicos.
-Habrá un buen número de artistas entre la orquesta, el coro y los cantantes.
-Pero no será complicado (sonríe). Es mucho más difícil cuando la ópera es representada, porque hay mucha más distancia entre los artistas. En la versión para concierto, todo está más unido y resulta más sencillo.
-¿Qué le parece el elenco?
-Solo trabajé con Luis Ottavio Faria, en Nabucco, mientras que el resto eran nuevos para mí. Pero quedé absolutamente impresionada con ellos. Tienen grandes voces. Esta ópera requiere mucho talento, y el aspecto técnico es todo un desafío. También se requiere un virtuosismo que cumplen perfectamente estos artistas.
-¿Y volver a dirigir a la Sinfónica en el Palacio de la Ópera?
-Es un placer volver a trabajar con ellos. Como ya estuve aquí hace dos años, tenemos buena relación sobre el escenario. Todo resulta más rápido y natural. Me encanta el entusiasmo de los músicos. Respetan el repertorio, y eso es algo maravilloso, porque son capaces de tocar obras sinfónicas y operas. No todas las orquestas logran hacerlo de esta manera.
-¿Qué supone viajar por todo el mundo dirigiendo orquestas?
-Llevo tanto tiempo que estoy acostumbrada. Desde que me gradué, viajé por varios países y es ya algo propio de mi naturaleza. Me encanta dirigir a diferentes orquestas y conocer nuevas culturas. También me permite aprender cosas sobre la gente, es muy enriquecedor. Siempre que llego a un país, noto el calor de la gente al recibirme. Nunca me siento aislada.
-¿Sigue aprendiendo en cada país al que llega?
-Claro, hay muchas óperas que he podido dirigir, pero aún quedan muchas más por delante. Es maravilloso. Creo que los músicos no llegamos a ser del todo maduros hasta que llegamos a los ochenta y nos damos cuenta de lo que hemos hecho hasta entonces (se ríe).