La ópera, entre bambalinas

Gregory Kunde, Saioa Hernández y Juan Jesús Rodríguez protagonizan ´Un ballo in maschera´, que abrirá la Programación Lírica bajo la dirección escénica de Mario Pontiggia

alicia pardo | a coruña 01.09.2017 | 13:08

La ópera, entre bambalinas

Cinco carteles distintos advierten de que no se debe entrar al escenario. Y lo hacen con razón porque, al otro lado de los avisos, se fragua entre cables y escaleras el regreso al siglo XIX de Un ballo in maschera, la ópera de Giuseppe Verdi que esta noche saldrá a escena en el teatro Colón. A partir de las 20.00 horas, alrededor de 70 personas se pondrán en marcha para urdir ante los ojos del público el melodrama del compositor italiano que protagonizan Gregory Kunde, Juan Jesús Rodríguez y Saioa Hernández, unos artistas que, en cada cambio de cuadro, se toparán con esos figurinistas, iluminadores y encargados de sonido que se afanan desde agosto por construir la función.

Algunos, como el director escénico Mario Pontiggia, ya son veteranos en dar vida a la historia verdiana. El responsable de toda la estética de la obra cuenta que la ha dirigido en total tres veces, decantándose en esta ocasión por respetar “la idea de grandes estructuras de madera” y la ambientación norteamericana a la que Verdi tuvo que trasladar la acción empujado por la censura. “Es un decorado muy sobrio, que focaliza a los personajes”, explica mientras comprueba los efectos junto al diseñador de luces Santiago Mañasco. “En el 220 tiene que haber algo, ¿puedes poner un relámpago?”, le dice, y descarta la idea tan pronto la pronuncia.

Mientras habla, otro trabajador, Raúl Vázquez, se arrodilla sobre el escenario con la capa de Amelia. La lleva para mostrar al director los colores exactos que se producen cuando incide sobre ella la luz, y se mueve con cierta sorna por el escenario, imitando las posturas de la esposa de Renato en uno de los cuadros más complicados de iluminar, el del patíbulo a medianoche. “El problema que afrontamos ahora es que tenemos que dar luz de noche, y hacer eso en teatro es difícil”, comenta Pontiggia, para el que lo principal es “contar la historia”.

Dice el director que lo que hace especial a la obra de Verdi es que “se trata de la primera en la que se habla del amor entre personas adultas”. “No es un Rigoletto, este es un amor mucho más meditado, oculto”, afirma, en referencia a la relación entre el gobernador de Boston, Riccardo, y la mujer de su mejor amigo Renato, Amelia; construida a partir del asesinato del rey Gustavo III en un baile de máscaras. El tono oscuro de sus intrigas palaciegas lo ha querido reflejar en los elementos del escenario, muchos con la pintura aún fresca, que han tenido que adaptarse al cambio de ubicación sufrido por las obras del Palacio de la Ópera. “Supuso rehacer el proyecto”, admite Pontiggia. “Es un lugar pequeño, pero he hecho muchos musicales, y esos tampoco se hacen en sitios enormes”, añade, desesperándose en el patio de butacas cuando las pruebas de sonido le impiden oír a iluminador. “¡Chicos, no escuchamos nada! ¿Cuándo vais a acabar con eso?”, les amonesta.

El traslado al teatro Colón también fue una traba para el regidor Luis López. El encargado de los movimientos escénicos tuvo que “reorganizar” aspectos como “los camerinos y las llamadas” para que los cambios entre los 6 cuadros recuperasen la fluidez ideada para el enclave original. En la adaptación al nuevo espacio le ayudaron sus 10 años de experiencia en el gremio, en el que ha montado obras como Macbeth y Madame Butterfly, y que le han convertido en “una rata de teatro, siempre con el plan b en la mano por si algo sale mal”.

“Son cuadros muy seguidos, con cambios de escenografía muy rápidos”, dice al respecto el figurinista Claudio Martín, que sabe mejor que nadie todo lo que puede torcerse entre escenas. La rotura de una cremallera o un botón son los problemas del directo que contempla en la sala de vestuario, donde pone a punto los 150 looks del espectáculo acompañado de dos costureras. Se trata de parte del equipo que, durante cerca de mes y medio, se ha empleado a fondo en la confección de los trajes, que han tomado una inspiración chinesca para el baile de máscaras. El kimono de Amelia, un conjunto con bordados hechos a mano, ha sido uno de los más trabajosos. También lo ha sido su vestido del cuarto cuadro, en el que Saioa Hernández lucirá “un traje de dos piezas con falda y cuerpo”, creado, como todos los demás, en función del periodo histórico y el carácter de los personajes. “Hay colores que muestran más la serenidad, otros más la frivolidad?”, comienza a decir el figurinista, interrumpido por la música del pianista de ensayos Alfredo Abbati.

Su trabajo y el del centenar de artistas que darán vida hoy a Un ballo in maschera, harán muy probablemente un éxito de este primer concierto de la Programación Lírica. En él, más de una cosa asombra, incluso, según Pontiggia, el hecho de que pueda hacerse. “Lo que más va a sorprender es que hayamos podido montar una ópera a pesar del recorte en subvenciones. Solo es posible por el esfuerzo de los coruñeses”, afirma.

FUENTE: http://www.laopinioncoruna.es/coruna/2017/09/01/opera-bambalinas/1213305.html

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