Lecciones de ópera y vida

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Lecciones de ópera y vida

Estos días en La Coruña, Alberto Zedda no dirige sino que comparte con jóvenes cantantes su experiencia de más de cincuenta años dirigiendo ópera, toda una vida por el arte

Sesión matinal Zedda atiende los ensayos de sus estudiantes durante cuatro horas por la mañana. Les concede una hora para escucharlos y aconsejarlos. Por la tarde deberán llevar estudiar sus recomendaciones

Sesión matinal Zedda atiende los ensayos de sus estudiantes durante cuatro horas por la mañana. Les concede una hora para escucharlos y aconsejarlos. Por la tarde deberán llevar estudiar sus recomendaciones – M. MUÑIZ

Pocas cosas hay más generosas en el mundo del arte que enseñar, transmitir la sabiduría de uno, compartir vivencias de una vida para enriquecer la de otros. Hace años que Alberto Zedda (Milán, 1928), el más importante musicólogo y director rossiniano de nuestro tiempo, tiene eso claro. Hasta el próximo día 24 imparte dentro de la Programación Lírica de La Coruña su curso de perfeccionamiento vocal a una docena de jóvenes cantantes, que acuden a él en busca de su consejo y su criterio, formado durante medio siglo largo dirigiendo y estudiando ópera.

«Estudiar no gusta porque parece aburrido», reprocha a uno de los alumnos, «pero cantando no aprenderás a cantar, sino a canturrear, debes estudiar más». Su pequeña estatura, su sempiterna sonrisa, sus ojillos brillantes llenos de energía esconden al pequeño tirano que todos los directores de orquesta tienen dentro. Desde su mesa, mientras sigue la partitura y escucha a los alumnos interpretar sus piezas a piano, entrecierra la mirada e interrumpe para corregir. A sus casi noventa años, ejerce de custodio del arte operístico, guardando sus esencias de los vicios modernos.

«La ambición cuesta, querido mío, nadie te va a regalar nada», advierte con su voz ajada y queda, «tienes la voz pero te falta la cabeza, ¡y es culpa tuya, no del destino ni de la sociedad!». Despacha al intérprete y llama al siguiente. En total, escuchará a cada uno unas tres veces el par de arias que se preparan en el turno de tarde, ya sin su tutela. Todo el trabajo será exhibido en un concierto fin de curso el próximo día 24 en La Coruña.

El sentido teatral

Clara sube al escenario y, a pesar de ser una de las sopranos de mejor nivel en esta tercera edición del curso, Zedda tiene mucho que matizar a su escena de «La Sonnambula». «Ni tú has sentido nada, ni yo he sentido nada», corrige, «no te falta ni voz ni canto, sino el sentido teatral de lo que dices». El venerable maestro no ahorra en rapapolvos. Para él, enseñar no es un divertimento sino parte de la profesión, esa a la que se consagró desde que, siendo un chaval, asistió a un concierto de Arturo Toscanini en el Teatro de la Scala en su Milan natal. Apenas tenía 18 años.

Desde entonces, Zedda ha recorrido casi todos los escalones del oficio. Batuta de repertorio lírico y sinfónico, director artístico durante más de dos décadas del Rossini Opera Festival de Pesaro y recuperador de las partituras originales de varias obras de este autor. Sin ir más lejos, «El Barbero de Sevilla» que se escucha hoy en los teatros es fruto de su investigación de los manuscritos de Rossini, lo que llevó a pelearse en los cincuenta con la mismísima Casa Ricordi, poseedora de los derechos.

Resulta entrañable escucharle tararear las notas de la partitura con su timbre marchito por la edad, casi en un susurro. Consigue que los cantantes no sólo le entiendan, sino que se plieguen a sus indicaciones. Asegura que en esta hornada de aprendices hay un tenor muy bueno al que tiene fichado para Pesaro, en cuya Academia Rossiniana se forma solo a una casta de elegidos. Para él no hay rutinas. Incluso cuando audiciona a un aspirante, su interés es el del primer día, aunque esos ojos han visto mucho ya.

Patricia aborda un aria de Giulietta de «Capuletti e Montecchi», pero al maestro no le convence la aproximación de la soprano. «¡No es un aria infantil, Giulietta está pidiendo sexo, no rezando al cielo!», exclama entre las risas del resto de estudiantes, «hay que conocer las palabras que se cantan, y creo que tanto en español como en italiano, deseo, sexo y cópula significan lo mismo, ¿no?». Son las pequeñas píldoras de sapiencia de Zedda.

Ahora dirige lo que quiere. Prerrogativas de la edad. En La Coruña, donde reside diez meses al año, se veneran sus rossinis. Inolvidables «Guillermo Tell» y «Ermione», una de las sensaciones del año pasado. Esta temporada regaló un delicioso «Falstaff» de Verdi, autor que compuso esta obra con la misma edad que Zedda tiene ahora. Y entre maestros existe esa complicidad a través del tiempo. Ya mira a Pesaro, donde en agosto volverá al foso para conducir «La Cenerentola». Pero antes tiene que meter en vereda a doce alumnos: «¡Sin cabeza no puedes cantar, la voz sola no sirve!». Reproche y sonrisa. Así es Zedda

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