«Un divo es un maleducado»
El barítono Borja Quiza no tiene nada de divismo, se muestra como un tipo cordial y cercano
25/09/2016 05:00
Saludo a Borja Quiza (Ortigueira, 1982) y me doy cuenta de que no había estado nunca tan cerca de Fígaro (ni de ningún otro héroe operístico). Pero Borja le quita épica al encuentro. Nada de divismo, se muestra como un tipo cordial y cercano. Mejor. El día de la entrevista no me había traído el esmoquin.
-Usted nació en Ladrido que, siendo un cantante lírico, tiene su chiste. ¿Se lo han hecho muchas veces?
-Sí. Ja, ja. Entre los que lo saben, que no son tantos. Trasciende más que somos de Ortigueira, aunque desde pequeños nos trasladamos a A Coruña. Pero soy el típico niño de aldea. Vamos mucho allí, a Ladrido. Hemos pasado muchos veranos. Imagine cuando era el festival: todos mis amigos, que acababan durmiendo en mi casa.
-¿Se juntaban muchos?
-Pues entre los amigos de mi hermano y los míos alguna vez seríamos cerca de cuarenta durmiendo en la casa del pueblo. Aunque la verdad es que muchas veces hubiéramos querido no tener casa y quedarnos a dormir en el cámping.
-Usted es ingeniero informático, que debe ser lo más antitético a cantante lírico.
-En realidad soy un culo inquieto. Siempre me ha gustado hacer muchas cosas. Recuerdo que con doce o trece años ya tenía una grabadora de cedés. Soy un geek.
-Y un día le dijeron que tenía una voz de la que podría vivir.
-Mi voz no es tan natural, sino más bien resultado del tesón y del estudio. Yo me enamoré de la ópera en el coro de Las bodas de Fígaro. Me pareció que aquello era la más maravillosa confluencia de artes. Me fui interesando y estudiando en el coro de la Sinfónica. Hasta que un día me fui a Madrid a probar. Y me quedé once años allí.
-Usted es de los que regresaron a Galicia, que es un paso poco común, al menos en un momento tan temprano de su carrera.
-Volví porque me encanta mi ciudad y pensé que había pocos sitios como este para criar a mis hijas. Una vez que has asistido a los saraos y los estrenos necesarios en Madrid, no hay una gran diferencia a la hora de que te contraten viviendo allí o viviendo aquí. En cualquier caso, la calidad de vida compensa.
-Perdone mi ignorancia, pero un barítono es…
-Podríamos decir que el barítono es el que nunca se queda con la chica. Siempre es el malo, o el pringado…
-Si las cantantes son divas, ¿es usted un divo?
-Yo creo que ese es un concepto algo viejuno. La nueva generación de cantantes ya no somos así. Hoy, entendemos que un divo es un maleducado, un impresentable.
-Su personaje favorito…
-De los que he cantado, Fígaro. De los que no, Yago, de Otelo.
-¿Se aclara la voz de una forma especial?
-La voz es muy delicada y se resiente mucho de la emociones. Nuestro gran monstruo es el reflujo gástrico, por la forma que tenemos de cantar. Por eso es habitual que muchos durmamos en una cama inclinada o usemos antiácidos. Yo no tengo manías, pero estoy rodeado de gente que sí las tiene. Y muchas. Además, con dos niñas pequeñas, tengo el foco de los microbios en casa.
-¿A qué le tiene miedo? ¿A olvidarse la partitura?
-Desde luego, miedo escénico no tengo. Nunca lo tuve. Es más, me encanta salir al escenario. Yo soy muy metódico y estudioso. No dejo nada al azar. Eso me da mucha seguridad. Quizás alguna vez me haya pasado alguna cosa, pero ha sido poco. Nadie se ha dado cuenta.
-¿A quién le gustaría cantarle las cuarenta?
-A la clase política en general. Llevan meses acaparando la atención de los medios y no les he oído referirse ni una vez a la cultura.
-¿Futbolero?
-Bastante. Viví toda la época del Superdépor como abonado. Luego me enfadé con el fútbol, pero desde hace unos años, he vuelto.
-Cuál es el lugar más hermoso que conoce?
-Siento ser tópico, pero diré que el banco del Picón, todo ese tramo de costa virgen. Yo ya iba en bicicleta de pequeño y me han dicho que ahora hay colas para sacarse una foto en el banco. Eso me entristece. Pero cuanto más viajo, más alucinante me parece ese lugar.
-¿Qué es lo más importante en la vida?
-El amor. El amor es la gasolina que mueve el mundo. En todas sus formas. Es el sentimiento más explosivo que conocen nuestras mentes.