Más elogios para “Barbazul” y “Suor Angelica”

La ópera invisible salta a la vista en A Coruña (“El País”)
Grandes ovaciones del público para dos óperas de Bártok y Puccini en versión concierto
El segundo cartel de ópera de la actual Temporada Lírica organizada por Amigos de la Ópera de A Coruña y la Orquesta Sinfónica de Galicia estaba compuesto el pasado fin de semana por dos obras poco frecuentadas, especialmente en España: El castillo de Barbazul, de Béla Bartók, estrenada en Budapest el 24 de mayo de 1918, y Suor Angelica, de Giaccomo Puccini, estrenada en Nueva York el 14 de diciembre del mismo año.
Son dos obras perfectamente coetáneas en su estreno y pertenecientes a dos estilos completamente distintos. Bartók se nutre para su única ópera en un acto del folclore propio y busca la prosodia del idioma en el libreto de Béla Balazs. Por su parte, Suor Angelica, con libreto de Giovacchino Forzano, es la menos frecuentada de Il trittico. Es este un conjunto de tres óperas de Puccini inspiradas en La divina comedia de Dante, correspondiendo esta segunda al Purgatorio. La novedad del programa y el hecho de interpretarse las óperas en versión concierto pudieron ser la causa de que el Palacio de la Ópera presentara una entrada de alrededor de un 80-85 % de su aforo (unas 1800 localidades).
El castillo de Barbazul tuvo como protagonistas a la mezzosoprano Ana Ibarra y al bajo Gidon Saks. Este completó su parte con una magnífica actuación vocal y actoral. Su voz, de gran poderío físico por potencia y proyección, tiene un timbre oscuro absolutamente adecuado al personaje y Saks la maneja con una maestría que nos hace sentir en cada momento de la obra su carácter de pareja mortalmente tóxica.
Pero tambien hace vivir al público sus dudas, en toda la serie de advertencias que hace a Judith, la novia ingenuamente confiada a quien su infinita curiosidad conduce finalmente a la muerte. En el plano dramático, Saks demostró cómo se puede llenar un escenario y encarnar magistralmente un personaje sin más armas que una silla y una gestualidad facial y corporal de primerísimo orden.
Judith, la novia terca e ingenua, es condenada por el empeño de usar las (naturalmente siete) llaves del castillo de su amado. Una especie de proyección del Arbol del Bien y del Mal del Génesis, creada por Balazs para advertencia de curiosos de todo tipo. Ana Ibarra compuso una Judith de hermoso timbre y buena expresión vocal y dramática, dando una buena credibilidad a su personaje.
Tras el descanso, el verismo de Puccini, de más fácil digestión, fue mucho mejor aceptado por el público coruñés. El protagonismo de los dos personajes de Suor Angelica y de La Tía Princesa estuvo a cargo de Barbara Frittoli y Ewa Podles. Esta bordó su odioso personaje. Su voz, perteneciente a esa especie casi extinguida de contralto-contralto, es potente y está excelentemente trabajada en cada frase, en cada nota y cada silencio. Su presencia escénica fue un dechado de seca altivez que hizo temblar las tablas del Palacio de la Ópera y encogió el ánimo de cuantos en él se encontraban con algún gesto de auténtica antología.
Frittoli, voz reconocida al mayor nivel mundial, obtuvo un gran reconocimiento público al final del concierto. Su interpretación del atribulado personaje de la madre soltera enclaustrada por la familia fue de real calidad. En este concierto pudo faltarle a su voz un punto de frescura, algo que a todo cantante le puede suceder en cualquier momento. Ibarra volvió al escenario para hacer su papel de Abadesa con sobrado merecimiento. Por su parte, el grupo de comprimarias tuvo un nivel bastante desigual, destacando Ruth Iniesta en su parte de Sor Genoveva y Nuria Lorenzo en su doble papel de Enfermera y Segunda Conversa.
La riqueza orquestal tan diferente en los autores del programa tuvo todo su esplendor gracias a la experiencia de Miguel Ángel Gómez Martínez. La Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG) fue sabiamente conducida por la veteranía y buen hacer del maestro granadino y el bello sonido y de sus diferentes secciones y su ductilidad contribuyeron en gran medida al éxito del concierto. El Coro de la OSG, y sus Niños Cantores, que dirigen Joan Company y José Luis Vázquez, fueron con su trabajo bien hecho esos conjuntos que vertebran el éxito en un teatro de ópera.
Julián Carrillo

Muerte y transfiguración (“La Opinión”)
Espléndida función doble con dos óperas del siglo XX muy diferentes entre sí; pero, cada una a su modo, dos obras maestras. La de Puccini es un homenaje -uno más- a la figura femenina tratada con especial ternura. Como Mimí, Liú o Cio-Cio San. Las tres mueren en escena. Y Suor Angelica, también, pero la religiosa experimenta una verdadera transfiguración, conducida al Paraíso por la mano de su hijo y de la Virgen. La partitura de Bela Bartok es asombrosa; un paradigma de cómo crear música de extraordinaria calidad, con un lenguaje avanzado y original que el público puede asumir y comprender. La ópera sigue con muchas licencias el aterrador cuento de Charles Perrault, Y no es la menor de ellas el final trágico -el retorno de las tinieblas que envuelven de nuevo el castillo de Barba Azul, tras la muerte de la joven-, el cual se aparta diametralmente de la fin heureuse que ideó el gran narrador francés en las postrimerías del siglo XVII. Primerísimo nivel artístico en la voz del bajo barítono israelí, Gidon Saks, de hermoso timbre, capaz de utilizar mútiples recursos expresivos (sobre todo, registro de cabeza); y en la de Ana Ibarra, espléndida en todo momento, utilizando con eficacia la regulación del volumen; y, desde luego, una orquesta soberbia que puso en valor una partitura difícil, de ricas y originales sonoridades. Estuvo muy bien dirigida por Gómez Martínez. Algo similar sucedió en Suor Angelica, si bien aquí la oscura sonoridad de Bartok se transmutó en una tímbrica etérea, desde los iniciales acordes en pianísimo hasta los celestiales conclusivos que nos hacen entrever la transfiguración de la monja y su conducción al Paraíso. Triunfo indisputable de Ewa Podles: soberbia, espléndida vocalmente y con admirable expresividad. Fue repetidamente aclamada. También lo fue Bárbara Frittoli, aunque mostró cierta desigualdad en el registro agudo, siempre poderoso, pero a veces irregular. Excelente, Ana Ibarra, en papel menor, al que prestó dignidad; como Alexandra Rivas y Ruth Iniesta. Y también nuestras cinco representantes locales, que fueron muy aplaudidas. Coro de la OSG, impecable, al igual que los Niños Cantores.
Julio Andrade Malde

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