“Mi madre amaba la vida con una intensidad fuera de lo común, siempre seguía adelante”
“Que el público la recuerde es una felicidad” – “Desde el principio me he interesado por otros mundos. En mis inicios estaba con Mozart, pero quería cantar Strauss”
Alicia Pardo | a coruña Comenzó su carrera bajo la sombra que proyectaba la fama de sus padres, la soprano gallega Ángeles Gulín y el barítono Antonio Blancas, pero trabajó por ganar un lugar propio en el que ha sabido crecer y evolucionar. Ahora, la soprano Ángeles Blancas regresa a la ciudad con sus más de dos décadas de trayectoria por el 15º aniversario de la muerte de su madre, a la que rendirá homenaje mañana a las 20.00 horas en el Colón con el recital De Verdi a Wagner: Lo que mi madre cantó y lo que le habría gustado cantar.
- Hace doce años que no venía a A Coruña, pero ahora regresa para una ocasión especial.
-Sí, vine en el 2005 para interpretar La Traviata.
- ¿Se siente unida a Galicia como lo estaba su madre?
-Pues sí, la verdad es que el espíritu y el amor por esta tierra? Desde luego. De hecho, nos quedamos después unos días en Ribadavia para descansar un poquito. A mi marido y a mí nos gusta mucho.
- No siempre el homenaje a una madre puede ser protagonizado por su hija, ¿cómo se siente al respecto?
-En 2004 ya hice un primer homenaje, dos años después del fallecimiento de mi madre. Y sientes algo especial. Pase el tiempo que pase, yo creo que no hay tiempo para las ausencias. Está muy presente.
- Se la conoce como intérprete, pero usted la conoció como persona, ¿cómo la recuerda?
-Era una madre tremendamente vital, una mujer que amaba la vida con una intensidad fuera de lo común. Eso es lo que me transmitía constantemente. Incluso cuando estaba enferma, salía de los días complicados como un ave fénix. No se lamentaba, siempre seguía adelante.
- Ahora dice que no suele escuchar ópera en casa, pero antes, con Gulín y con Antonio Blancas como padres, resultaría difícil no hacerlo.
-[Se ríe] Sigo sin escuchar música. Cuando estás trabajando todo el día con ella, lo mejor es el silencio. Oírles a ellos era oírles trabajar, buscar, los veías repetir y repetir?
- ¿Qué consejo le dieron?
-Trabajo constante para mejorar siempre. Estar siempre atento a los cambios, nunca dar nada por hecho, y que esta es una carrera muy difícil, pero que si te gusta tienes que estar ahí, a pesar de los pesares.
- ¿Ha cambiado mucho la escena operística?
-Ha cambiado el concepto de desarrollo operístico en el escenario, que antes eran más simple, y el trabajo vocal de los cantantes. Entonces había más técnica, hoy están 5 o 6 años y de pronto desaparecen, todo va tan deprisa?
- ¿Le agobió en algún momento el peso que su madre había logrado en el mundo de la ópera a la hora de emprender su propio camino?
-Sí, era muy difícil, y todavía lo es. Mi voz y el repertorio eran distintos desde el principio, pero, quieras que no, mucho público que se acuerda de mis padres dice esa coletilla de ‘la hija de’. Yo soy una artista completamente distinta, pero tampoco te puedes enfadar. Al contrario, dices: ‘¡Qué orgullo!’. Que el público se acuerde de mi madre es una felicidad.
- Sus voces eran distintas, pero ambas debutaron con La Reina de la Noche …
-Sí, pero mi madre tenía 19 años -yo tenía algunos más- y fue una cosa puntualísima. Su voz estaba muchísimo más definida, y ya llevaba un camino distinto. Yo he ido evolucionando con el tiempo, y tengo un arco de repertorio mucho más amplio.
- Usted es una de las pocas sopranos mediterráneas con repertorio centroeuropeo, ¿por qué usted sí y otras no?
-Son afinidades. Desde el principio me he interesado por otros mundos y he ido hacia ellos. Yo creo que es una cuestión personal, porque todo el mundo con una voz puede ir hacia donde quiera. En mis inicios, por exigencias vocales estaba con Donizetti, Bellini, Mozart… Pero yo quería cantar Strauss.
- ¿Conquistar nuevos retos?
-Conquistar las fronteras. Lo que pasa con la voz no lo puede saber nadie, solo se puede esperar que los años sean positivos y que técnicamente estés bien. Entonces la voz te responde y aquí estoy ahora, con Strauss, Wagner?
- ¿Ser española es una ventaja o una desventaja en el mundo de la ópera?
-Ser español es difícil fuera, pero una vez que estás encima de un escenario, y demuestras que eres una artista potente, te aplauden muchísimo. Sobre todo porque adoran la expresividad mediterránea. Pero también es difícil en nuestro país, por el trabajo que nos dan aquí. Nadie es profeta en su tierra.
- ¿La empezaron a valorar aquí cuando triunfó fuera?
-Sí y no. Me han tenido un poco como una cantante, no extraña, pero sí heterogénea. Entonces, como no me encuadraba? Siempre he tenido gente que me ha apoyado mucho y gente que no.
- Hace poco interpretó a Minnie, de La Fanciulla del West , en el Palacio Bellas Artes de México. Un debut difícil.
-Fue un debut complicado. El terremoto nos llegó el día de la segunda función, y se cancelaron ya las funciones por luto nacional. El papel es difícil, pero lo habíamos trabajado fantásticamente bien, teníamos un elenco estupendo, pero no hubo qué hacer.
- Siempre le han fascinado los personajes fuertes, ¿le han dejado huella, al pasar por usted?
-Siempre, todos ellos. No hay ningún personaje indiferente, estás tiempo trabajando con ellos, hablando con ellos, teniendo conversaciones íntimas con esas mujeres, con esos compositores, con los poetas que nos han transmitido una creación que nosotros, gracias a ellos, vivimos y contamos al público. Están dentro, totalmente.
- ¿Hacia qué repertorio se proyecta en el futuro?
-Están llegando papeles potentes, pero ya más no se puede hacer, para mí ahora estoy en el momento más feliz de mi vida a nivel profesional.
- ¿Ha tocado techo?
-Yo creo que sí, ¿no? [se ríe]. Ahora hay que esperar a esos roles para defenderlos, construir las historias… Y poder hacerlos, no una vez, sino muchas.