Bien está lo que bien comienza

crítica musical

Bien está lo que bien comienza

julio andrade 09.09.2019 | 21:33

Lleno absoluto en el teatro Colón para escuchar al extraordinario tenor que tan ligado se siente a esta ciudad, la cual le corresponde con total entrega ya que cada concierto transcurre entre aplausos y exclamaciones de entusiasmo y finaliza con aclamaciones, aplausos rítmicos y público puesto en pie. Así sucedió también en esta ocasión. El entusiasmo de la sala fue in crescendo, sobre todo en la segunda parte del programa dedicada a la ópera y la zarzuela: notables versiones de Che gelida manina, de La bohème, de Puccini; y Forse la soglia, de Un ballo in maschera, de Verdi. Un gran momento: la difícil Vivi tu, de Anna Bolena, de Donizetti, pieza que une la expresión delicada con momentos de bravura y donde Albelo da lo mejor de sí mismo. Preciosas versiones de las zarzuelas: dos romanzas de El huésped del sevillano, de Guerrero, y Por el humo se sabe donde está el fuego, de Doña Francisquita, de Vives. Pero el público pedía más y Celso realizó una intensa versión de la conocida romanza de La tabernera del puerto, de Sorozábal. Las aclamaciones (e incluso las peticiones) del público hicieron posible el celebérrimo fragmento La donna è mobile, de Rigoletto, de Verdi, saludado con una impresionante ovación. También fue solicitada el aria de La fille du régiment, de Donizetti, donde Albelo da nada menos que once Do (suelen ser nueve, que ya no es poco, pero Celso finaliza con tres Do en lugar de uno). No quisiera que lo que voy a decir enturbie en modo alguno esta brillantísima segunda parte del recital. Pero la primera fue una verdadera lección de canto de este grandísimo artista; de manera especial en las preciosas canciones de Guastavino: la delicadeza en la emisión; la expresión elegante en una buscada sencillez, acorde con la inspiración popular de las piezas; la reiterada utilización del registro de cabeza y de unos tenues volúmenes de gran dificultad; el control del aliento; el fraseo perfecto… Una maravilla. Debo añadir que Albelo tuvo en el pianista Parra un acompañante que supo amoldarse con total precisión al cantante mediante un toque refinado, delicadísimo. Tocó dos danzas argentinas entre las que destacó la frágil y arrebatadora belleza de la Danza de la moza donosa; y también una espléndida fantasía sobre la zarzuela Los diamantes de la corona, de Barbieri, debida a Anselmo González del Valle.

FUENTE: https://www.laopinioncoruna.es/coruna/2019/09/10/comienza/1433990.html

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