La soprano francesa presenta en A Coruña un equilibrado programa de ‘lied’ alemán y ‘chanson’ francesa
La Temporada Lírica de la Orquesta Sinfónica de Galicia y Amigos de la Ópera de A Coruña ha celebrado –en el Palacio de la Ópera de A Coruña y dentro de su ciclo Grandes Cantantes- un recital de Natalie Dessay y el pianista Philippe Cassard. La primera partre del programa estaba dedicada al lied alemán, con obras de Franz Schubert y Felix Mendelssohn, para terminar con una segunda parte de chanson francesa, compuesta por piezas de Henri Duparc, Francis Poulenc, Gabriel Fauré y Claude Debussy.
A su salida a escena, Cassard se dirigió en inglés al público para anunciar que dedicaban un primer lied de Schubert, Du bist die ruh (Tú eres el descanso) a las víctimas del accidente aéreo ocurrido ese mismo día en los Alpes franceses. También solicitó del público que no aplaudiera cada canción, sino tras los bloques en los que estaba dividido el recital, bien especificados en el programa de mano. Muchos no lo entendieron y aplaudieron tras cada pieza durante la primera parte; lo que se podría haber evitado si se hubiera advertido por megafonía y en gallego o castellano (como se hizo al comienzo de la segunda).
El recital fue una verdadera lección de estilo en sus dos partes: en la primera, con detalles como la sensación general de inquieta cabalgada de Erlkönig (El rey de los elfos), en esa expresión vocal un tanto pícara que bordó Dessay en la frase Über meines Liebchens Äugeln (En los ojillos de mi amada) de Geheimes (Secreto), de Schubert, o la súplica final en gib mir ein Zeichen! (¡dame una señal! ) de Die Liebende schreibt (La amada escribe), de Mendelssohn.
Tras el descanso fue el turno de la chanson, con una rica paleta de personalidades creativas. A lo largo de esta parte, cantante y pianista dictaron toda una lección de elegancia y buen gusto interpretativo. Se pudo degustar así el dulce aroma mortuorio de Extase (Éxtasis) de Duparc; el aire desesperado con que este compositor dota la frase Qui le tiens si longtemps, mon Dieu? (¿Quién lo retiene tanto tiempo, Dios mío?) de Au pays où se fait la guerre (En el país en que ocurre la guerra); la preciosa armonía y original línea melódica de las canciones de Poulenc; la desolación de Prison y la gracia de Mandoline, ambas de Fauré, y los melismas que aparecen como una balsámica emulsión en algunas de las obras de Debussy.
Durante todo el recital brillaron las cualidades vocales y expresivas de Dessay, con una voz de precioso timbre que utiliza con gran musicalidad, y con una presencia escénica de elegante gestualidad corporal. Por su parte, Cassard desplegó ante el público el amplio abanico de caracteres del programa, en cabal demostración del coprotagonismo que el instrumento acompañante tiene en la canción de concierto.