MÚSICA
Mariella Devia: «He cantado “benissimo” muy pocas noches»
El pasado 23 de septiembre Mariella Devia interpretó en La Coruña una memorable «Lucrezia Borgia». Fue su última ópera en España, porque la reina italiana del «bel canto» está de retirada
El comentario recorría frenético el patio de butacas del Teatro Colón de La Coruña tras la función: ¡cantando así no se puede retirar! La emoción todavía poseía a los asistentes a su última función operística en España -su agenda prevé algún recital más-, para la que eligió una ciudad en la que debutó 35 años atrás, una «Lucrezia Borgia» en la que fue el centro de todas las atenciones. Tres días antes, Mariella Devia (Chiusavecchia, 1948) atendía a ABC Cultural para confirmar que, efectivamente, lo deja «en 2019», y hasta entonces cumplirá con los pocos compromisos que tiene pendientes, la mayoría en Italia. Se encuentra, confiesa, «cansada de la vida del cantante», de cada semana en una ciudad tras cuarenta años de carrera internacional. ahora «estoy un poco más relajada» y canta «con mucha menos presión».
De ella se ha dicho y escrito que es la última gran reina italiana del «bel canto», el estilo al que ha dedicado casi por completo su trayectoria profesional. Se subraya su sobriedad, su contención, su respeto a la partitura, su perfección canora. «Dicho así no está mal», agradece entre risas, derrumbando esa imagen de mujer fría que en ocasiones transmite desde el escenario. La señora Devia rehúye etiquetas. «Me considero solo una cantante, no creo que tenga esa responsabilidad que se me atribuye», esquiva, «se intenta hacer lo mejor en aquello a lo que te dedicas». La humildad no parece una pose. «Yo diría que he cantado “benissimo” pocas veces -confiesa-, pero el público recuerda muchas más».
«Diferenciemos entre quien canta en la ducha y quien lo hace en un escenario. La técnica es la diferencia»
En cada actuación recibe aclamaciones enfervorecidas, como la vivida en La Coruña. Una noche especial más en España. En su memoria alberga otras recientes como «Il Pirata» en Barcelona (2013), su «Norma» en Madrid (2016) o la «Lucrezia Borgia» de Valencia de la pasada temporada. Puro delirio en la platea. «Siempre he sentido muy próximo al público español», admite. Su memoria la lleva hasta 1980, cuando debutó en nuestro país, «un tiempo en el que solo importaban los cantantes y nadie se preocupaba por las producciones». Desliza la crítica hacia el peso que tienen los directores de escena en la selección de cantantes. «Tienen un peso importante y prefieren lo hermoso a cantar bien». Es la tiranía de la estética, lo que más de una vez le ha llevado a preguntarse en un teatro «cómo este o aquel intérprete podían estar cantando». De las propuestas escénicas, reniega de aquellas que «alteran el argumento de la ópera» pero «tampoco quiero volver a los telones pintados». Modernidad sí, pero con sensatez.
Habla con total libertad porque «nunca formé parte del “star system” de la ópera», cuya utilidad cree que «quizá sea atraer público al teatro». A pesar de ello, siente que «Italia se está olvidando de la ópera» porque «la cultura no paga», y los recortes en las subvenciones a los teatros se han convertido en regla en su país. «La ópera era el género de mis abuelos y mis padres», y con los discos de Maria Callas, Renata Tebaldi o Toti dal Monte que había en su casa descubrió la que acabó siendo su profesión. A pocos meses de aparcarla, su alternativa será la docencia.
De los cantantes jóvenes lamenta «su prisa». «Los veo dispersos, no son capaces de conocerse a sí mismos». Un error habitual: el exceso de profesores de canto y cursos a los que asisten. «Mi maestra me decía que era mejor un enseñante con cien defectos, de los cuales alguno te queda, que un centenar de profesores cada uno con una tara, porque esas las coges todas». Se resiste al pesimismo de verse como la última luminaria de la escuela «belcantista». «Espero que no, siempre hay alguien que viene por detrás». No se vislumbra por ahora.
Con su adiós, se irá una de las técnicas más depuradas que se recuerdan sobre un escenario. «Cantar lo hacemos todos, pero en la ducha», ejemplifica, «un escenario exige una técnica para controlar un instrumento como es la voz». Hasta el día en que diga su último adiós, su personaje favorito «es el que canto cada noche». No siente nostalgia de sus grandes creaciones pasadas. Los aficionados ya la tenemos de ella.