Crítica
Emotividad
julio andrade malde 17.10.2017 | 00:57
Si algo ha definido el recital del pasado sábado ha sido la emotividad. Por encima de cualesquiera otras consideraciones. Amigos de la Ópera de La Coruña ha rendido su segundo homenaje a Ángeles Gulín, la soprano dramática gallega que con toda probabilidad ha hecho la carrera internacional más importante. Y lo ha hecho del modo más emotivo posible: con el concurso de su propia hija, Ángeles Blancas, cantando un repertorio que hizo -o querría haber hecho- su madre. Claro que la voz de Blancas no es la misma que la de Gulín, lo cual naturalmente condiciona la elección de las obras; pero la idea de recordar a su madre le ha hecho elegir algunas que tal vez no convengan del todo a su tesitura actual. Por otra parte, el recital impide la manifestación de una de las cualidades más importantes de Ángeles Blancas: sus dotes escénicas. La voz ha madurado y se ha hecho más grave desde aquella Traviata del año 2005 en el Palacio de la Ópera coruñés. Pero, a cambio, algunos agudos resultan esforzados -aunque otros sean brillantes y estén bien colocados- y se advierte una cierta irregularidad tímbrica en los distintos registros. Mantiene, no obstante, la fuerza expresiva y un importante caudal de voz, que ella busca controlar utilizando a menudo los reguladores del volumen. En mi criterio, tuvo sus mejores momentos en la obra de Wagner, que le permite expresar cambiantes e intensos sentimientos. Fue muy aplaudida y ofreció un simpático bis: Les chemins de l’amour, de Francis Poulenc. El pianista italiano, Auletta, tiene cualidades muy estimables, como la preciosa sonoridad que consigue en los tiples del piano y una formidable capacidad para conseguir una brillante y limpia pirotecnia en la difícil paráfrasis verdiana de Liszt. Como acompañante, siempre muy correcto.
FUENTE: http://www.laopinioncoruna.es/coruna/2017/10/17/emotividad/1226723.html