Tiene una voz única que le está llevando, a sus 24 años, a actuar por Europa
A Coruña / La Voz
Levantó del asiento en una ovación cerrada a la totalidad del público presente en el recital que ofreció recientemente en Afundación, organizado por Amigos de la Ópera. Y es que la voz de este joven cantante coruñés de 24 años es de las que no abundan, de las que estremece y es difícil olvidar. Atiende Alberto Miguélez desde Barcelona: «Estoy con los ensayos de un concierto que tenemos con el grupo de Jordi Savall. Estoy encantado de que me hayan vuelto a llamar, porque hacía cuatro años que no trabajaba con ellos», cuenta el contratenor.
-Le hacía en Francia. Me habían comentado que iba a actuar allí.
-En Francia voy a estar de enero a abril, con alguna pausa en medio, pero en total tenemos quince funciones, en Estrasburgo, Versalles, Nantes…
-Y lo hará a las órdenes de Christophe Rousset, una de las máximas figuras de la música barroca.
-Fue todo una casualidad, porque realmente me presenté a una prueba para un curso de verano en el que estaba él de jurado para poder entrar. Y al día siguiente de la prueba me llamaron directamente del teatro. Al parecer Rousset les había dado mi nombre y decía que quería que yo cantase. Fue una sorpresa magnífica.
-Lo del recital del otro día en Afundación fue un éxito.
-¡Es que se quedaron en la calle casi 300 personas! ¡Podíamos haber llenado el auditorio dos veces! Eso nunca te lo esperas. El concierto era a las ocho y yo llegué una hora antes. Pues había ya una cola enorme que salía hasta la calle. Eso impone. Me metí escopeteado en el ascensor sin mirar a nadie y bajé directamente sin pararme. Yo lo entiendo como una demostración del cariño que le tengo a la ciudad, que de alguna manera me lo devuelven. Al final en A Coruña nos conocemos todos. Yo he estado en tres coros, en el Conservatorio, en un sinfín de actividades en las que vas dejando amigos, que acuden a verte cuando pueden.
-Usted empezó en la música estudiando piano.
-Sí, pero a medida que fueron pasando los años tuve cada vez más claro que tenía que ser cantante, o por lo menos intentarlo. Así que nunca llegué a ejercer de pianista como tal. Aunque toco todos los días y ayudo a cantantes a preparar las arias con el piano. Me sirve para estudiar. El piano nunca lo dejaré, siempre estará ahí.
-Es contratenor, cosa que no abunda. Es uno entre un millón. Estaba obligado a cantar.
-Sí, no es lo más común, desde luego. Pero en realidad cualquier hombre puede cantar en falsete. Mejor o peor, pero todo el mundo puede hacerlo. Está bien tener unas ciertas dotes naturales, tener una voz bonita, pero luego lo que hay que hacer es estudiar. Que una persona tenga una voz bonita, trabaje bien y, además, tenga suerte, eso sí que es uno entre un millón. Hay que juntar los tres factores. Pero no, no me vi obligado en absoluto a cantar. Siempre me gustó el canto, desde pequeño. Y lo poco que toco el piano es acompañando a cantantes, es decir, que siempre he entendido la música ligada al canto de una manera u otra. Vale que pueda tener unas cualidades naturales, pero sobre todo lo que hay es estudio, trabajo y muchísima pasión por el canto.
-¿Cuándo se dio cuenta de que lo suyo era cantar?
-Surgió de una manera natural. Me apunté al examen de canto en Basilea sin tener claro siquiera si sería capaz de entrar. Desde luego no contaba con aprobar, pero lo hice. Así que me decidí a marcharme, y hasta hoy, que llevo ya siete años fuera.
Metas de futuro. Con una agenda que le lleva por Europa, la pregunta es ¿a dónde quiere llegar Alberto Miguélez?: «No tengo un teatro en concreto como meta. La Scala, el Metropolitan… Sí, claro que me gustaría. ¡A quién no! Pero si no llego no pasa nada, lo disfrutaré igual. El tiempo dirá», asegura el contratenor.
«Me cuido la voz, pero rara vez rechazo ir a cenar con amigos»
Mantener una voz como la de Alberto Miguélez requiere de unos cuidados continuos, aunque el cantante minimiza el sacrificio.
-¿Si le invito a una cerveza se la pedirá del tiempo o directamente la rechazará?
-Depende de las circunstancias. Si es el día antes de un concierto, desde luego que no me voy a quedar hasta las tres de la mañana. Pero rara vez rechazo ir a cenar con amigos. Tienes que tener ciertos cuidados, dormir bien, tener ojo con determinados alimentos que no te sientan bien como el picante o con el aire acondicionado de los aviones, que es matador.
-Me alegra saber que no soy el único al que le parece una tortura mortal.
-¡Es lo peor! Mis amigos se cachondean bastante con este tema, porque tengo una mascarilla para viajar en avión. Mantiene la humedad, y llegas como nuevo. Eso sí, parezco un enfermo terminal, pero compensa, el resultado es bueno.
-Pablo Carballido, director de Cantabile, decía que era un sueño tener a alguien con su voz en el coro.
-Para mí sí que fue un sueño hecho realidad tener un lugar como Cantabile en donde poder poner en práctica todo lo que me habría sido imposible hacer de otra manera. Conciertos, ensayos, viajes… Aprendí de todo en Cantabile. Y siempre que puedo y vengo a A Coruña canto con ellos.
-Aquí abundan los coros…
-El nivel cultural de A Coruña es muy alto, sobre todo si tenemos en cuenta el tamaño de la ciudad. Hay un montón de gente muy buena que quiere hacer música. Otra cosa es que después las autoridades no apoyen este tejido como realmente debieran. Pero materia prima en A Coruña hay mucha y muy buena.